El viajero y su búsqueda
Notas
Jacques Brosse hace un recorrido por distintos viajeros desde el modelo inicial, el héroe, hasta James Cook, definiendo la mentalidad de los mismos, precisando qué los hacía particulares y señalando principalmente la motivación de los diferentes viajes.
Esencialmente el viaje es una búsqueda, la decisión de emprenderlo surge de la voluntad de romper con el círculo familiar, de desprenderse de un entorno que construye hábitos que detienen e impiden la superación, para iniciar así el camino de la transformación.
Inicialmente el modelo de los viajeros eran los héroes mitológicos, quienes mediante su travesía debían unir lo conocido con lo desconocido, comunicar la esfera de los hombres con el reino de los dioses y el mundo subterráneo de los muertos. Ellos debían recorrer la tierra hasta sus extremos para conquistar su inmortalidad. También los viajes chinos tenían tal objetivo, al igual que algunas divinidades que emprendían viaje mientras los hombres aguardaban su regreso.
Las etapas del viaje corresponden a un proceso iniciático mediante el cual el viajero se dirige hacia el misterio. Las pruebas simbólicas que debe atravesar como futuro iniciado surgen al encontrarse con diversas monstruosidades. Brosse señala que el viajero al volver ya no es el mismo, debido a que -al lograr atravesar dichas etapas- se ha convertido en héroe.
También indica que existe otra clase de viaje, el interior, que puede darse como un soñar despierto (el mismo que realizó Dante al descender a los círculos del infierno). Existe toda una tradición del viaje iniciático, como la leyenda de busca del santo Grial cuyo objetivo fue encontrar la copa perdida con la sangre de redentor, dicho objetivo sólo podía ser cumplido si se alcanzaba una metamorfosis íntima, si tal transformación no se lograba se fracasaba. Como menciona el autor esta es una enseñanza que sirve para todo viaje. A su vez, un viaje sólo puede lograrse si el viajero, que va en busca del Otro, se identifica con él. Esa es una significación que también se encuentra en los relatos chinos y japoneses inspirados en el viaje shamanico. El shaman realiza su ejercicio para interceder entre la comunidad humana y el mundo de los dioses, él es elegido por los dioses por lo tanto es el único que puede llegar hasta su morada. Así, tanto el viaje shamanico, como el descenso de Dante a los círculos del infierno y la partida de Galaad para buscar el santo Grial son llevados a cabo para ofrecer a los demás, en su regreso, lo que ellos vieron y los otros no pueden ver, para revelarles lo desconocido. Como menciona Güichal en Una metáfora viva el viaje es inseparable de su narración, el viajero debe “regresar para contarlo”.
Antiguamente todo viaje se realizaba en dos dimensiones, una vertical (subjetiva) y la otra horizontal, o sea, la que se sitúa en el espacio terrestre (objetiva). Para los contemporáneos esta ambigüedad daba sentido al viaje, mientras que para los modernos se volvió un vicio.
Las razones que inician el viaje de la Europa medieval son religiosas, en ellas el peregrino va en busca del perdón de sus pecados, la certidumbre de la salvación, encontrando al fin del viaje su verdadera patria, la Jerusalén terrestre. También sucedió con los monjes chinos en busca de los textos sagrados, y asimismo con los árabes quienes recorrían oriente. Por un lado, el musulmán emprendía el viaje porque debía realizar la peregrinación a la Meca al menos una vez en su vida, por otro lado como la presencia árabe se encontraba dispersa por gran parte del mundo el creyente acudía a ellos para que les transmitieran la enseñanza oral, y así lograban perfeccionar su conocimiento. De esta clase de viajeros, los más antiguos, provienen todos los otros.
Paulatinamente, los viajes cambiaron de sentido, pues dejaron de poseer una significación sagrada o mística, ahora transcurren en una única dimensión, la horizontal. Ya no se busca entrar en contacto con el Otro Mundo sino con otras sociedades humanas. El Otro se ha convertido en el otro.
En general los viajes del siglo XVI pertenecen al modelo del conquistador, jefes de violentas expediciones armadas que se dedicaban a convertir a los indígenas, usurpar sus territorios persiguiendo fines personales, estos son los creadores de los imperios coloniales, los misioneros y los mercaderes. Sin embargo, el impulso de curiosidad subsistió, el afán del humanista por conocer el universo con su diversidad natural y humana. Las misiones pacificas de los viajeros naturalistas, mantuvieron el objetivo de incrementar los saberes. Brosse sostiene que aquí se halla el contraste de aquella brutalidad.
La corriente a la que corresponde un nuevo tipo de viajero alcanzó su auge en el siglo de la Luces (después de 1750) cuando se iniciaron las grandes expediciones marítimas cuya misión era explorar lo que aun estaba por descubrir con el fin de elaborar una imagen más completa de la tierra. Esto fue lo que realizó el explorador James Cook, él en sus tres viajes se hizo acompañar por un grupo de científicos para realizar un inventario sistemático de la flora y la fauna, no empleó violencia contra los pueblos salvo cuando se vio obligado a hacerlo, se esforzó por comprender sus costumbres y creencias. De este modo el autor afirma que Cook nunca cayó en el exceso contrario que caracterizaba la conducta de los colonialistas.
Varios continuaron su ejemplo, hasta 1843 culminando con ellos una forma de pensar, pero el ansia por los descubrimientos perduraron en los exploradores científicos, el más destacado fue el humanista Alexander Von Humboldt. Sus viajes sirvieron de modelo a los exploradores terrestres, mientras que los viajes de Cook fueron modelo para los navegantes. Los herederos de ambos fueron Darwin, Walter Bates y Alfred Russel Wallace entre otros.
Luego de 1873 la exploración se puso al servicio de los intereses capitalistas, cuyos fines priman actualmente y se ligan al turismo. Brosse se pregunta “qué queda del espíritu que animaba a aquellos viajeros llenos de aventuras en una época como la nuestra en que basta tomarse un avión para creerse héroe, hoy prima el turista”.
Pensando en el ensayo...
Por un lado, lo que encuentro interesante en este texto es la idea de como esa búsqueda del otro fue perdiendo fuerza si bien Brosse se refiere a esto cuando indica lo que sucede en el viaje de iniciación (particularmente en la leyenda de Busca del Santo Grial) vincula la enseñanza que deja con los viajes en general, pienso que actualmente es algo muy difícil de encontrar -tal vez los viajeros de a poco se están esfumando- pareciera que ese otro ya no interesa, o a muchos no les interesa, hallarse, identificarse, encontrarse en él o en definitiva quizás lo primordial ya no es realizar un verdadero viaje. A su vez, me resulta agradable la idea de que básicamente el viaje es una búsqueda, que se inicia para lograr la superación y comenzar un camino de transformación.
Por otra parte, me interesa el hecho de que los viajes hayan cambiado radicalmente su objetivo, su motivación. Que actualmente sólo parezcan encerrar fines capitalistas no es de sorprender, han logrado convertir a “el viaje” en un producto más, de los tantos que existen y se cotizan, pero por su puesto no es promocionado como tal, muchos "viajes" son vendidos como la “aventura” a emprender, como el “descubrimiento” a realizar o como la “hazaña” a lograr. Es una de las razones por las que se ha logrado confundir a los viajeros con los turistas, existen conveniencias para mencionarlos como sinónimos y si el turista se cree viajero el éxito -una vez más- ha sido alcanzado.
Por otro lado, y en relación al texto de Güichal, Brosse señala la diferencia entre los viajes científicos y aquellos que realizaron los conquistadores, sosteniendo que los primeros no implicaron violencia mientras que -como se menciona en Una metáfora viva- si lo hicieron de un modo más sutil y menos visible tal vez, sin embargo presente.
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