Proyecto narrativo: Algo más allá



Oigo los estallidos y ya no los veo sonreír, ni jugar, no puedo creerlo, ya no los veo. Ellos se quedaron ahí, necesito volver, buscarlos, verlos nuevamente, lo necesito. Están ahí, me esperan, me ven, sonríen y juegan. Están todos y falto yo, siempre falto yo. Se están yendo, se escapan, necesito regresar y traerlos.

Siempre es la guerra, es lo único que existe para él. Hace dos semanas regresé de España, presentí que algo andaba mal, cada vez que llamaba a mi familia y preguntaba por él cambiaban de tema. Pensé que había muerto ahí y no se atrevían a decírmelo. Volver y encontrarlo en esas condiciones, no lo esperaba.
Sus hermanos me los advirtieron, no quiere oír, me lo dijeron insistentemente, sus amigos fallecieron y no puede aceptarlo.
Al escucharlo mencionar una y otra vez lo mismo, que necesitaba ese regreso se me destrozaba lentamente el corazón. Pensé en buscar el modo de ir con él, pero no sabía si sería lo más acertado, quizás no.
Temía no estar haciendo lo correcto, sus hermanos me observaban, no me dirigieron la palabra, para ellos haber ido ahí había sido un gran error, sólo se agravaría su estado. Sabía que me culparían si él no mejoraba.
Pero ellos no comprendían. Me invadió el temor al verlo en ese estado, maldecí a la ironía de la vida que otra vez se hacia presente, porque sólo hallé delirio, una vez más debía decidir y lo reconozco, en ese momento, me disgusté. Sentí miedo de quebrarme, en aquel instante, frente a él.
Recuerdo que al despedirme, antes de mi exilio, me dijo que a mi regreso lo encontraría igual, que no cambiaría, siempre sería el mismo, con más años pero en definitiva siempre el mismo. Aquella última vez que lo vi sonrió. Nunca pude olvidar esa imagen, la de él, feliz. Esperaba encontrarlo así al verlo de nuevo.

Y Ahí estaba, mientras yo me arrimaba ellos le señalaban el lugar. No están ahí, les había dicho. Su hermano menor me echó una mirada de furia.
Le dijeron que sus compañeros estaban enterrados en ese lugar y gritó desesperadamente, como nunca había oído gritar a alguien. Continuaba igual, nos suplicaba que hiciéramos algo.
También traté de hacerlo entrar en razón. Sentí bronca, odiaba aquella guerra, lo que le habían hecho al enviarlo ahí. Antes tenía miles de proyectos e ilusiones que de un momento a otro fueron arruinadas. Ahora vive atormentado, morirá buscando fantasmas.
Sus hermanos quisieron irse, todo resultaba mucho peor de lo que había imaginado. Él no deseaba volver y tampoco quedarse ahí. Lloraba desconsoladamente.
La situación no daba para más, ya no. Había permanecido en silencio durante todos aquellos años y al fin volvía a hablar sólo para decir incoherencias, definitivamente ya no tenía cordura, la locura se había apoderado de él. Debíamos regresar para hacer lo que hasta entonces no quisieron.
Me acerqué lentamente y no sé bien que me llevó a decirle eso, pero en ese momento se lo pregunté, por qué se estaban yendo sus sonrisas, me miró fijamente, observo de reojo a sus hermanos y no respondió. Optaba nuevamente por el silencio. Pero había algo extraño, escondía algo más aquella mirada triste. Por qué, insistí, por qué se estaban yendo. Entonces respondió que se oscurecían, se nublaban. Trató de verlos pero estaban desapareciendo, lentamente, ya no los veía.
Ahí pensé comprender, señaló el lugar y comenzamos a caminar mientras sus hermanos discutían, no deseaban permanecer un instante más ahí, pero nosotros caminamos. No dijimos palabra alguna, él observaba detenidamente todo a su alrededor.
No me había dado cuenta del lugar en el que estábamos, pero él lo reconocía bien. De repente se detuvo e ingresó al pozo. No sabía qué estaba haciendo, me inquieté, cuando estaba por ir a buscarlo oí su grito. Aquí están me decía, están jugando, sonriendo. Quería que me acerque, insistía para que los fuera a ver porque ahí estaban. Realmente me preocupé, qué había hecho, porqué lo había llevado ahí.
El día se había vuelto noche, la más oscura, fría y desolada de todas. Sentía pena por él, sentía lástima de mí mismo al haber creído que sería capaz de devolverle la cordura. Sus hermanos tenían razón, no había sido útil ir a Malvinas, él sólo empeoraba, cada vez más.
Insistió nuevamente para que me arrime, me miró y dijo que estaban todos. Me repetí a mí mismo que nuevamente, por él, debía ser fuerte. Fue entonces que me decidí y me acerqué, el lugar estaba bastante oscuro pero su risa me guiaba. De repente me dí cuenta que esa risa no era sólo suya, y comencé a oírlos, no lo podía creer, efectivamente estaban todos ahí, jugando, sonriendo, nos miraban alegres, también comencé a reír, el único que faltaba era él, el único que hasta entonces no había estado era yo.
Tomó aquellas fotografías, alzó su mano enseñándome algunas, señaló mi cámara fotográfica y me dijo que le sacara una foto, ahí con ellos.

Ahora lo sé, quizás todos tengan razón y él sea un simple loco mientras yo tal vez esté cada día más perdido, pero ambos somos felices, y cuando oigo los estallidos los veo sonreír, jugar, siempre los veo. Ellos se quedaron ahí, de vez en cuando volvemos, los buscamos, los vemos nuevamente. Porque es así, están todos, están ahí, nos esperan, nos ven, sonríen y juegan. Y nosotros no faltamos. Ya no se están yendo, ya no se escapan, siempre los traemos.

1 comentario:

Daiana dijo...

Hola Ángeles, soy Daiana... quería decirte que leí "Algo más allá" y me gustó mucho... el juego que armaste con las fotografías y la mezcla de éstas en los recuerdos del sobreviviente me encantó. ¿Está hecha en base a una entrevista, no? ¿Al mismo sobreviviente? ¿Cómo hiciste el contacto, es de tu familia?
Te mando besos, y el link de mi blog, al que ya subí mi relato.

www.eldiariodedai.blogspot.com

Adiós!