Innumerables imágenes de superficie surgen a partir de una palabra y, como explica Celia Güichal, “algo empieza a moverse, o a querer moverse”. Así, detrás de aquella simple palabra (viaje) resulta hallarse una metáfora viva, y en esa superficie se encuentra uno de los nexos entre el viaje y la escritura, por la paradoja de que la profundidad se esconde en ella, pero existen otras conexiones entre ambas, características especificas de todo viaje que a su vez permiten señalar que la escritura es una forma de viaje. Güichal menciona a distintos autores para respaldar afirmaciones sobre los segmentos que integran el viaje.
Así, indica que el viaje involucra nombrar (ordenar) esto puede implicar una forma de violencia, resultó evidente en el caso de los conquistadores quienes impusieron nombres a sitios que ya los tenían, pero también -como sostiene Mary Louise Pratt - los viajes científicos en el acto de clasificar ejercieron un signo de violencia más sutil y menos visible, con efectos que se mantienen aún hoy.
Encuentra la similitud entre nombrar, clasificar y trazar un mapa (el cual contiene todo viaje). Marca la tensión entre éste y territorio, ya que en un viaje es necesario un mapa que oriente el rumbo a seguir, sin embargo dicho mapa no es el territorio, nunca lo será. En el viaje siempre ocurrirá algo fuera de los planes previstos, algo que en el mapa no se encuentra, algo que sólo se conocerá al adentrarse en ese espacio.
De ahí que viajar sea atravesar el límite para introducirse en lo desconocido. Sabiendo de antemano cual será el plan a seguir, pero también sabiendo que al andar por esa zona todo puede suceder, lo insospechado e impensado. Porque lo que siempre se ha sabido no basta, no conforma y tal inconformismo lleva a ese movimiento, a esa búsqueda de otra cosa.
Viaje y narración son inseparables, como sostienen Caparrós y Monteleone. A su vez el viaje es escrito y leído. La red de transmisión a través de historias se desata por todos lo cabos y a su vez la red de oyentes que luego relatan esas historias. Así mediante la narración se logra conservar transmitiendo.
El viaje se puede tomar como una forma de conocimiento, como el saber indiciario al que se refiere Ginzburg, el cual se guía por indicios, huellas y señales. Viaje y escritura comparten una modalidad de conocimiento, y a su vez se vinculan ya que son dos formas posibles de aprender a ver, proponen una mirada diferente a la del turismo, una verdadera mirada. Güichal sustenta esto citando “El viaje imposible” de Marc Augé.
En el viaje de escritura también se hallan mapas que implican organización y previsión, además del sumergirse -durante su proceso- en lo inesperado, lo indeterminado. Si se reconoce una frontera existe un posible viaje, en la escritura hay distintas formas de frontera y a su vez en la lectura que también se asocia a viaje, en los relatos previos. Al cruzar una frontera siempre está presente el peligro de adentrarse en lo desconocido; el peligro de muerte, porque algo cambia y no hay marcha atrás, resulta imposible volver al estado inicial. La autora ejemplifica esto mencionando lo sucedido a Walsh cuando le dicen: "hay un fusilado que vive" (Livraga), citando un fragmento del prólogo de "Operación Masacre".
En “Citas sobre el viaje” se encuentran desarrollas algunas de las citas del texto de Güichal, todas son clasificadas por la noción que encierran. Así, en el narrar el viaje también se muestra como éste es inseparable de su narración, surgen citas como la de Piglia quien deja en claro que la amplitud de lo que puede ser narrado no es muy extensa “se narra un viaje o se narra un crimen”.
Mencionando a Cristoff, puede parecer que en la escritura hay inmovilidad, gran error o simplemente una paradoja, ya que en el escritor viajero, en su relato se encuentra la experiencia del movimiento, de tal forma entre escritura, movimiento y viaje hay una intima relación.
En cuanto al turismo subrayo, nuevamente, el volver a aprender a viajar como una de las tareas más urgentes, señaladas por Augé, con la finalidad de aprender a ver y a su vez la referencia a esa prioridad que se le da a los no lugares (el no tiempo) que impulsa el turismo e imposibilita la experiencia como puntualiza Tatián.
También la mirada, la identidad expuesto en una cita de Monteleone quien expresa que el relato del viaje ofrece el descubrimiento, tanto de la imagen del Otro como de lo Otro, pero proyectando -el viajero- la imagen de sí mismo y, por otra parte, realzo lo indicado por Pratt acerca de aquel otro descubrimiento, bueno, si se lo puede llamar así.
En el viaje y memoria la cita de Calvino ilustra la amenaza constante de desmemoria mediante el peligro de que Ulises olvide el regreso, el camino que ha de recorrer, que borre su forma de destino.
En la lectura y viaje -por medio de la cita de Ford a la que también alude Güichal- se muestra la necesidad de salirse del texto para ir en búsqueda de la experiencia.
También se halla el tiempo en el viaje, que se transforma en la condena del viajero como señala Caparrós. Y por otro lado el peligro que desaparece para el ser audaz del mito, cuando pasa de lo conocido a lo desconocido. La travesía interior del hombre mitológico y la metamorfosis que no es exclusiva de alguien, pues, es conocida por muchos haciendo referencia así a Cambell.
En “Las figuras del viajero” también se cataloga, pero en este caso a los viajeros, según la motivación de su viaje, algunos de ellos son el viandante, quien marcha a pie por un camino, el vagabundo sin dirección o destino fijo, el peregrino que “anda por tierras extrañas” también el héroe y el aventurero. Todo hace referencia a dicha metáfora viva.