El servicio de trenes del ferrocarril general roca es utilizado a diario por miles de pasajeros, en uno de sus recorridos hacia el conurbano bonaerense se enlazan catorce estaciones (desde Plaza Constitución hasta Glew) la duración aproximada del viaje es de cincuenta minutos.
Sábado 10 de Mayo de 2008,13:30hs. Los vagones se colman de personas, sus edades y características físicas son diversas. Algunos individuos son delgados de cabello castaño y corto, otros son robustos, de estatura media y cabello negro. También se ven personas con el cabello teñido con colores rojizos y vibrantes.
Uno de los individuos que se encuentra sentado cerca de una de las puertas se coloca anteojos y despliega un periódico, viste con zapatillas negras, pantalón y campera de color azul. Su edad ronda los sesenta años. Frente a él, un joven de veinte años, aproximadamente, oye música desde su teléfono celular, mueve una de sus manos marcando compases.
Una pequeña niña se acerca a cada pasajero y les entrega un papel, camina rápidamente desde el inicio al final del vagón, nuevamente se acerca a cada individuo para retirar el papel que les dio, algunos le entregan monedas. Otros niños que la acompañan (todos de seis a nueve años de edad) corretea y se ríen, una mujer se muestra molesta porque recibe un empujón.
Frecuentemente aparecen hombres que alzan la voz aceleradamente, ofrecen alimentos u objetos a los pasajeros, algunos intercambian su dinero por aquello.
El tren se detiene en cada estación, se abren las puestas y descienden e ingresan un gran numero de personas, excepto en Irigoyen y Gerli (segunda y cuarta estación respectivamente) cuyos andenes se encuentran solo con cuatro o cinco personas cada uno.
Una joven se sujeta con una mano a uno de los asientos, tratando de lograr equilibrio para no caerse debido al movimiento brusco del tren; ojea las páginas de un libro. Junto a ella una mujer se sostiene del mismo asiento, su cabello es canoso y ondulado, no focaliza su vista hacia algo en particular, ni se muestra atenta a lo que sucede a su alrededor.
Cuatro adolescentes (tres de sexo femenino) conversan entretenidamente, uno de ellos les enseña las fotos de su teléfono celular al resto quienes hacen comentarios respecto a lo que ven y se ríen. Cerca de ellos una mujer, de setenta años aproximadamente, le indica a otra que deben bajarse en Banfield (octava estación). Las mujeres se ponen de pie y se dirigen a la puerta, dos jóvenes se ubican rápidamente en los asientos que son desocupados.
El tren se detiene, se suman nuevos pasajeros al recorrido, una mujer de estatura media, de cabello rubio y rizado que tomo con cada mano a dos niños (de seis u ocho años) bastante inquietos. También ingresa otra mujer junto a una niña, cargan con dificultad varias cajas de cartón cerradas y atadas entre si. Se ubican en uno de los laterales del vagón y acomodan cuidadosamente esas cajas.
Al llegar a Lomas de Zamora (novena estación) la mayoría de las personas cargan con bolsas de distintos tamaños y colores. Los andenes se encuentran prácticamente repletos. Un hombre se ubica en el centro de uno de los extremos del vagón, enciende un grabador mediano y comienza a sonar la música electrónica. Esos sonidos se suman al murmullo colectivo que se mezclan con el llanto de un bebé y el concierto de melodías provenientes de los distintos teléfonos celulares que llevan consigo los pasajeros.
En Temperley (décima estación) el numero de personas se duplica, luego se reparten en las estaciones siguientes (Adrogué, Burzaco y Longchamps). Sin embargo, continúan permaneciendo sobre el tren un gran número de pasajeros.
Al llegar a Glew (última estación del recorrido) todos descienden.
Aquellos que se ubicaron próximos a las puertas y en los laterales del vehículo se mostraron más atentos al resto, tuvieron una visión panorámica bastante abarcativa, observaron a quienes descendieron e ingresaron durante el trasbordo, mientras que los usuarios que viajaron sentados se mostraron indiferentes. Dirigieron la vista hacia le ventana pero la mayoría durmió o procuró hacerlo.
En general aquellos que se ubicaron en el centro del vagón se mostraron preocupados por sujetar sus pertenencias, y atentos a quienes se ubicaron o pasaron cerca suyo.
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