Notas sobre Campbell



En "El héroe de las mis caras" Joseph Campbell establece una analogía entre el mito y los sueños, asimismo sostiene que la lógica, los héroes y las hazañas del mito, sobreviven en los tiempos modernos.
A través de los sueños, el inconciente envía a la mente mensajes de las fuerzas psicológicas inconvenientes o reprimidas que no se han pensado o atrevido a incorporar a la vida. Dichos mensajes pueden resultar amenazantes para la estructura de seguridad construida, pero a la vez son señales valiosas ya que desde ellas parte el descubrimiento del YO, provocando la destrucción del mundo junto a la vida de quien lo ha construido (hombre y su mundo) para dar lugar a una reconstrucción de ambos. De este modo, al igual que los símbolos de la mitología, los símbolos del sueño son productos espontáneos de la psique, el objetivo al cual apuntan es lograr dicha reconstrucción (resurgir).
La diferencia entre el mito y el sueño consiste en que el primero es el sueño despersonalizado, el segundo es el mito personalizado. Ambos son simbólicos. En el sueño las formas son distorsionadas por las dificultades propias del individuo que sueña, mientras que en el mito se muestran problemas y soluciones directamente válidas para el conjunto de la humanidad.
Algunos sueños reproducen en detalle la fórmula mitológica universal en el camino del héroe "peligros, obstáculos y buena fortuna" que llevan al renacer.
Por otra parte, el autor señala que los ritos de iniciación son ejercicios de separación (cambios de normas con la vida conciente) donde la mente corta en forma radical con las actitudes, ligas y normas de vida del estado que se deja atrás. En relación a esto, cuando un paciente psicoanalizado abandona sus ideas de fijas de la niñez y avanza en el futuro, en sus sueños aparecen imágenes que se corresponden o asocian con las ceremonias rituales.
Tanto la mitología como el rito suplen los símbolos que hacen avanzar el espíritu humano, contrarrestando a aquellas que lo atan al pasado. Cuando a las imágenes iniciadoras no se las suple a través del mito o el ritual (desde afuera) se enuncian mediante el sueño (desde adentro).
Aquél que es capaz de combatir y triunfar sobre sus limitaciones históricas-personales alcanzando las formas humanas generales, válidas y normales se convierte en el hombre de la sumisión (héroe).
El camino común del héroe mitológico consta con una separación, iniciación y retorno (unidad nuclear del monomito). Su aventura siempre sigue este modelo, una separación del mundo, la penetración de alguna fuente de poder y regreso a la vida para vivirla con más sentido.
Por medio de la separación se alcanza la más alta dimensión espiritual, consiste en retirarse del mundo externo al interno (al inconciente infantil). Así, el héroe se retira del mundo del los efectos secundarios a las zonas causales de la psique y aclara las dificultades existentes. De esta manera, el héroe lleva a cabo el denominado proceso de "discriminación". Luego vuelve transfigurado y enseña las lecciones que ha aprendido sobre la renovación de la vida.
Cuando el héroe triunfa el efecto de su aventura es desencadenar y liberar nuevamente el fluir de la vida en el cuerpo del mundo. Físicamente dicha fluencia puede representarse como la circulación de la sustancia alimenticia, dinámicamente como una corriente de energía y espiritualmente como una manifestación de la gracia. Estas variedades se alterna y representan tres grados de concentración de la única fuerza vital que al vincularse se derraman sobre el mundo como un torrente, el mismo surge de la fuente invisible y su punto de entrada es el círculo simbólico del universo, alrededor del cual el mundo gira. Bajo este punto se sitúa el universo mismo, el héroe como encarnación de Dios es el ombligo del mundo, el centro a través del cual las energías de la eternidad irrumpen en el tiempo. Es símbolo de la creación continua, la fuente de toda existencia, produce la plenitud mundial del bien y del mal.
El héroe se aparta del lugar de todos los días y se dirige hacia el umbral de la aventura. Allí una sombra cuida el paso, él puede derrotar o conciliar dicha fuerza para ingresar al reino de la oscuridad o puede ser muerto por el oponente y así descender a la muerte.
Luego, al continuar avanzando, algunas fuerzas extrañas -e íntimas a la vez- lo amenazan mientras otras lo auxilian, al llegar al nadir del periplo mitológico pasa la prueba suprema y recibe su recompensa. El triunfo puede ser representado como la unión sexual del héroe con la diosa madre del mundo, el reconocimiento del padre creador, su divinización o el robo del don que ha ido a ganar.
Al regresar, si las fuerzas lo han bendecido, él se mueve bajo su protección, de lo contrario huye y es perseguido. En el umbral del retorno las fuerzas permanecen atrás, el héroe emerge de la congoja (resurge) y el bien que obtiene renueva el mundo.

Algunas notas sobre... Pavese: Negar



Partió, no se sabe nada de él. Su alejamiento consterna.
Así se conocen las peores sensaciones, las que se mezclan y transforman en angustia.
La incertidumbre agobia, algunos eligen olvidarlo, para no convivir con los interrogantes que no se responden.
Borrarlo, como si nunca hubiera existido, para evadir la desdicha y protegerse del quebranto.
Vaticinar un final o convencerse de una inexistencia quizás suceda por temor a que un mundo se derrumbe, o se rompa en mil pedazos y darse cuenta un día que no son reales los espejitos de colores porque lo real pasa por otro lado. De este modo la sensación de seguridad no es arrebatada, algo similar sucede cuando se cierran los ojos ante lo evidente para poder seguir caminando sobre un mundo bien construido, ya que si se observa la realidad lo más probable es que no resulte simple encontrar las bases sobre las que se reconstruya un nuevo mundo. Tal vez, esto, es un simple y "peligroso" mecanismo de defensa.


Etnografía: Un viaje en tren ¿Quiénes viajan?



El servicio de trenes del ferrocarril general roca es utilizado a diario por miles de pasajeros, en uno de sus recorridos hacia el conurbano bonaerense se enlazan catorce estaciones (desde Plaza Constitución hasta Glew) la duración aproximada del viaje es de cincuenta minutos.

Sábado 10 de Mayo de 2008,13:30hs. Los vagones se colman de personas, sus edades y características físicas son diversas. Algunos individuos son delgados de cabello castaño y corto, otros son robustos, de estatura media y cabello negro. También se ven personas con el cabello teñido con colores rojizos y vibrantes.
Uno de los individuos que se encuentra sentado cerca de una de las puertas se coloca anteojos y despliega un periódico, viste con zapatillas negras, pantalón y campera de color azul. Su edad ronda los sesenta años. Frente a él, un joven de veinte años, aproximadamente, oye música desde su teléfono celular, mueve una de sus manos marcando compases.
Una pequeña niña se acerca a cada pasajero y les entrega un papel, camina rápidamente desde el inicio al final del vagón, nuevamente se acerca a cada individuo para retirar el papel que les dio, algunos le entregan monedas. Otros niños que la acompañan (todos de seis a nueve años de edad) corretea y se ríen, una mujer se muestra molesta porque recibe un empujón.
Frecuentemente aparecen hombres que alzan la voz aceleradamente, ofrecen alimentos u objetos a los pasajeros, algunos intercambian su dinero por aquello.
El tren se detiene en cada estación, se abren las puestas y descienden e ingresan un gran numero de personas, excepto en Irigoyen y Gerli (segunda y cuarta estación respectivamente) cuyos andenes se encuentran solo con cuatro o cinco personas cada uno.
Una joven se sujeta con una mano a uno de los asientos, tratando de lograr equilibrio para no caerse debido al movimiento brusco del tren; ojea las páginas de un libro. Junto a ella una mujer se sostiene del mismo asiento, su cabello es canoso y ondulado, no focaliza su vista hacia algo en particular, ni se muestra atenta a lo que sucede a su alrededor.
Cuatro adolescentes (tres de sexo femenino) conversan entretenidamente, uno de ellos les enseña las fotos de su teléfono celular al resto quienes hacen comentarios respecto a lo que ven y se ríen. Cerca de ellos una mujer, de setenta años aproximadamente, le indica a otra que deben bajarse en Banfield (octava estación). Las mujeres se ponen de pie y se dirigen a la puerta, dos jóvenes se ubican rápidamente en los asientos que son desocupados.
El tren se detiene, se suman nuevos pasajeros al recorrido, una mujer de estatura media, de cabello rubio y rizado que tomo con cada mano a dos niños (de seis u ocho años) bastante inquietos. También ingresa otra mujer junto a una niña, cargan con dificultad varias cajas de cartón cerradas y atadas entre si. Se ubican en uno de los laterales del vagón y acomodan cuidadosamente esas cajas.
Al llegar a Lomas de Zamora (novena estación) la mayoría de las personas cargan con bolsas de distintos tamaños y colores. Los andenes se encuentran prácticamente repletos. Un hombre se ubica en el centro de uno de los extremos del vagón, enciende un grabador mediano y comienza a sonar la música electrónica. Esos sonidos se suman al murmullo colectivo que se mezclan con el llanto de un bebé y el concierto de melodías provenientes de los distintos teléfonos celulares que llevan consigo los pasajeros.
En Temperley (décima estación) el numero de personas se duplica, luego se reparten en las estaciones siguientes (Adrogué, Burzaco y Longchamps). Sin embargo, continúan permaneciendo sobre el tren un gran número de pasajeros.
Al llegar a Glew (última estación del recorrido) todos descienden.
Aquellos que se ubicaron próximos a las puertas y en los laterales del vehículo se mostraron más atentos al resto, tuvieron una visión panorámica bastante abarcativa, observaron a quienes descendieron e ingresaron durante el trasbordo, mientras que los usuarios que viajaron sentados se mostraron indiferentes. Dirigieron la vista hacia le ventana pero la mayoría durmió o procuró hacerlo.
En general aquellos que se ubicaron en el centro del vagón se mostraron preocupados por sujetar sus pertenencias, y atentos a quienes se ubicaron o pasaron cerca suyo.


Algo sobre Río Arriba



Con la intención de reconstruir la historia de su familia Ulises de la Orden emprende un viaje desde Buenos Aires hacia Iruya, un pueblo ubicado en la provincia de Salta. Allí comienza a recolectar testimonios para lograr su objetivo, así encuentra una realidad desconocida por muchos. Los kollas han sido explotados en los ingenios azucareros que los empleaban, a causa de eso han sufrido el desarraigo cultural. Las terrazas de cultivo que en un comienzo les posibilitaban el auto abastecimiento se han ido deteriorando a causa de la falta de mantenimiento. Si bien a algunos les fue posible dedicarse a la actividad artesanal no todos hicieron lo mismo, y muchos padecen las consecuencias viviendo bajo una extrema pobreza.
El bisabuelo de Ulises había fundado el ingenio San Isidro, el mismo le posibilito el progreso, sin embargo a los Kollas, por ser empleados en las zafras, les causó un gran estancamiento y retroceso.
En esta película se muestra como un pueblo es sometido a la explotación y despojado de su identidad cultural por priorizar fines capitalistas.


O'Connor y su regreso al sur

Amigos, conocidos, risas y encuentros. Así comenzó la noche del sábado . Claudio O'Connor brindó su espectáculo en el A-Cero night pub de Adrogué y si bien los recitales metaleros no son de mis elecciones predilectas esta fue una oportunidad que no pude dejar pasar.
Los relojes indicaron las 22: 30 hs, algunos jóvenes ingresaron al pub muy temprano, debido a que las bandas soporte tocaron a partir de las 19: 00 hs. Desde afuera de A-Cero los temas que cantó Carca sobre el escenario se mezclaron con el bullicio de los que aguardabamos ingresar.
Durante una prolongada espera a la intemperie las charlas se encargaron de distraer al frío, hasta que por fín, y luego de un seguimiento intensivo vía mensajes de texto, llegó aquel buen amigo nuestro (el que cuando no se duerma se retrasa).
Con las entradas en mano nos ubicamos en las filas y avanzamos, rápidamente el lugar se colmó de gente, la mayoría jóvenes de veinte a treinta años de edad, todos esperando oír a Claudio. Se formaron pequeños grupos por todo el sitio; nosotros nos sentamos junto a las mesas del patio. Los temas de conversacion variaron durante toda la espera. Una charla en particular llamó mi atención, el tema apuntó hacia las expectativas del recital. Uno de los jóvenes planteó su disconformidad al respecto de lo que él denominó: "metamorfosis artística de O'Connor”. Dijo haber asistido a la mayoría de sus recitales, desde presentaciones con Hermética y Malón (sus antiguas bandas) hasta las actuales. Entre las diferencias que encontró destacó sus actuaciones exageradas sobre el escenario, algo que según él contradijo lo expresado por O'Connor en sus letras durante más de veinte años. Además lo comparó despectivamente con Ozzy Osbourne e imitó con gestos y ademanes a ambos, lo cual me causó bastante gracia. Mientras continuó con su parodia a mi mente llegó una canción (ayer deseo, hoy realidad) que oí frecuentemente en los años noventa, y me pregunté si O'Connor con su década “tour” muestraba en realidad quien quiso ser; su soñar hecho real, al cual apostó como cantó en ese tema, o si cayó por completo en las redes del mercado; aunque es ingenuo creer que alguien que pertenece a ésta sociedad capitalista logra evadirla, más allá de que alguna vez haya tratado de hacer lo contrario.
Por otro lado, en principio, no me pareció lógico que ese joven continuara asistiendo a recitales de O'Connor si lo desconformaban tanto y no compendía qué lo llevaba a estar ahí.
Más tarde, aproximadamente a las doce de la noche, las luces fueron apagadas y se encendieron las del escenario. Frente al mismo se ubicó la mayoría del público, entonando a coro el nombre del cantante. Entre aplausos y gritos la energía se intensificó, comenzaron a sonar algunos temas, los más aplaudidos fueron los clásicos de Hermética. Delante del escenario no faltó el pogo que logró sacudir a varios mientras que otros observamos la escena adrenalínica desde un sector más alejado y calmo.
Al faltar pocos minutos para la una de la madrugada las luces generales se encendieron nuevamente y Claudio O'Connor (voz) se despidió junto a Alejandro Cota ( guitarra) Hernán García (bajos y coros ) y Pablo Naydón (batería y coros). Uno de nuestros amigos preguntó repetidamente cuanto duró el recital y se mostró asombrado por lo veloz que sintió transcurrir ese tiempo, pero era momento de volver a casa, a las pocas horas y a pesar de ser domingo algunos debían trabajar. Nos dirigimos a la salida, algunos chicos se acercaron tímidamente y nos entregaron panfletos y copias de su demo promocionando a su banda.
Mientras esperamobamos a los que aún no habían salido algunos chicos que pasaron al lado nuestro alabando a O'Connor como a un Dios, aunque a mí me pareció demasiado exagerado, otros acordaron un lugar de encuentro para el próximo recital y los más jóvenes, algo exaltados, salieron cantando _o mejor dicho desentonando_ una canción de Hermética.
Nosotros regresamos como llegamos, entre bromas y risas. Por lo sucedido pienso que probablemente O'Connor y su rock metalero han variado mucho desde fines de los años ochenta hasta la actualidad, su voz ya no tiene los mismos tonos de antes y su imágen, puf, deja mucho que desar -O´Connor ahora se delinea oí por ahí, y... es verdad . Se puede considerar que el cambio de Claudio fue favorable o que tiró por la borda el esfuerzo de tantos años, de cualquier modo tal vez la razón por la que muchos continúan asistiendo a sus recitales sólo se debe a que él y su banda, se conviertieron en el punto de encuentro de gente a la que le agrada el mismo estilo de música, personas que buscan distraerse u olvidarse de una rutina y que se hallan cómodos junto a gente simple. En definitiva el único motivo es divertirse y quizás esto no varía demasiado con respecto a lo que buscan otros jóvenes a los que les agradan otros estilos musicales y que por lo tanto eligen otros ámbitos.

El viaje deseado: Recuerdos

Los años han pasado velozmente, casi sin darnos cuenta. Aún somos muy jóvenes, sin embargo el tiempo continúa transcurriendo y sé que pronto cada uno seguirá su camino, aunque siempre nos mantendremos cerca, sin interesar la distancia. Tal vez esa sea la causa que impulsa el deseo de realizar este viaje, donde podríamos sentir que no es imposible detener el tiempo. Sin que el trajín diario nos imponga los horarios que limiten nuestras charlas, e impida disfrutar el regreso de los mejores momentos que hemos vivido.
Elegiríamos un lugar muy calmo donde lo vería a él, mi hermano, junto a mí. Reviviríamos juntos aquellas imágenes que nuestros mejores recuerdos nos regalan de vez en cuando. Imágenes que volverían incesantemente, como la de aquellos veranos, cuando lo seguía a todas partes, tanto que hasta a veces llegaba a transformarme en una pequeña gran molestia. Sonreiríamos al recordar sus disgustos por no lograr despegarme de su lado.
Quizás, sería el paisaje de algún lugar cercano el que nos invitaría a traer a la memoria esas ocasiones en las que me contagiaba sus sonrisas, y también provocaba algunos de mis llantos. Esas peleas, sin violencia, que se volvían inevitables, como si nos turnáramos para iniciarlas. Aquellos enojos que tuve cuando alguien lo molestaba y viceversa. Aquel año nuevo que recibimos solos, cuando las circunstancias particulares no dejaban otra opción, aunque para nosotros fue algo divertido e inolvidable.
Tal vez, en nuestro viaje necesitaría su ayuda, en ese caso le diría que aún visualizo ese día, en el que al ver los desastres en mi cuaderno de segundo grado, se sentó a mi lado y me enseño a pintar cuidadosamente esos dibujos, prestándole atención a cada detalle. Aprovecharía alguna de sus frecuentes bromas y le recordaría alguna de las tantas veces en las que quiso engañarme, mientras lo miraba fijamente a los ojos y no podía disimular su sonrisa de picardía, descubriéndose detrás de aquel gesto alguna maliciosa intención, de la que seguramente yo sería víctima.
Además, gran parte del tiempo oiríamos aquella vieja música y así le agradecería sus años adolescentes, cuando me obligaba a escuchar, entre tantos otros, a Pink Floyd, Black Sabbath y Joe Satriani. Hasta que no tuvo mejor idea que convertirse en guitarrista, entonces llegó el amplificador, la distorsión y las guitarras eléctricas, incentivando mi desvelo hasta altas horas de la madrugada.
Probablemente así viviríamos nuestro viaje, sintiendo melancolía y añoranza al evocar esos momentos. Con instantes que se sumarían a nuestros inolvidables recuerdos. Así, comprenderíamos qué desdichada hubiese sido nuestra infancia de no haber podido ser hermanos.