Pensando en los viajes y en las fronteras…
Más de mil ideas dieron vueltas por mi cabeza al pensar en el ensayo, leyendo Una metáfora viva de Güichal, al elegir citas, al pensar en los trabajos que realizamos a lo largo del año, al ver cuales fueron los que más me interesaron, con los que más me involucré, al mirar a mi alrededor y recordar algunos trabajos de mis compañeros y al recordar la muestra de textos de las distintas comisiones (los trabajos, tan diferentes, que se leyeron y comentaron además de las charlas que surgieron). También al ver que todos nos habíamos involucrados mucho con esta temática, pienso que sucedió porque cada uno a través de sus experiencias sintió que el viaje formaba parte suyo, y personalmente me parece que es así, pienso que el viaje es un componente importante de las personas.
En algún momento de nuestras vidas todos realizamos un viaje o mejor dicho más de uno, más allá de que la vida en sí es considerada un viaje… tal vez nuestra vida es un viaje y dentro de él existen muchos.
Luego de leer el texto de Brosse me he preguntado si los verdaderos viajes son posibles hoy en día, pienso que sí, pero esto se confunde porque la forma de viajar ha cambiado mucho y los viajes turísticos, que por suerte no son los únicos que existen, parecen abarcarlo todo. Tal vez algunas veces se mira a simple vista y existen muchos viajeros cerca de nosotros que sin hacer ninguna alharaca han viajado y no lo hemos visto, no nos hemos dado cuenta, no lo hemos percibido. Una especie de viajeros anónimos que mantienen vivos los traslados, el movimiento, el partir, llegar y regresar. El haber andado por un camino.
Los viajes nos enriquecen porque nos hacen reflexionar, replantearnos el modo en el que vivimos, en definitiva todo lo que sucede mientras viajamos nos hace crecer. Todo y todos con los que nos encontramos en el camino nos vuelven mejores personas, más humildes, menos egoístas, soberbios y prejuiciosos. Posibilitan que no permanezcamos estancados en las frivolidades de la noche, en las trivialidades del día, que tantas veces nos cautivan. Nos enseñan a valorar lo verdaderamente importante que tenemos y hemos tenido, nos valoramos a nosotros mismos, valoramos a los otros.
Así fue mi proceso de escritura del ensayo, colmado de ideas, resonando en mí distintas experiencias y miradas, todo girando en torno a algo tan significativo como el viaje. Y al pensar en sus instancias, y al pensar en sus fronteras no pude dejar de hacer de él algo personal, me fue imposible. Porque existió en mi vida un viaje que nunca olvidaré, que grabé en mi piel y llevo a todos lados, aunque elija cuando mostrarlo y cuando no, aunque a veces tema mostrarlo y a veces no. Porque es un viaje que me enseñó a mirar y escuchar, me enseñó a sentir, a percibir, me enseñó que en algunos momentos es fundamental hablar y en otros callar, me enseñó a tomar decisiones y a hacerme cargo de ellas, me mostró que si se persigue con insistencia lo que se busca tarde o temprano se alcanza, me enseñó a ser paciente y perseverante, me hizo saber que nadie lo puede todo y que no está mal llorar si nos sentimos dolidos. Aunque también me enseñó a desconfiar, algo que no siempre es bueno, porque cuando nos cansamos de desconfiar nos brindamos plenamente a las personas y muchas veces nos terminan lastimando, pero tal vez ese es el riesgo. Quizás ese confiar o no en los demás también es una forma de frontera y hay que arriesgarse, el resultado nos puede agradar o no, pero eso ya no depende tanto de nosotros.
Son precisamente las fronteras el tema central de mi ensayo, porque así como hay distintos viajes existen distintas fronteras y son las preguntas una de las formas de fronteras que conocí, las mismas que conocieron y conocen muchos otros que buscan su identidad, o mejor dicho lo que les falta de ella, porque pienso que la identidad se construye, a medida que crecemos todo lo que incorporamos a nuestras vidas nos constituye como lo que somos.
A causa de todo esto considero que los viajes son muy importantes, porque también construyen nuestra identidad.
Más de mil ideas dieron vueltas por mi cabeza al pensar en el ensayo, leyendo Una metáfora viva de Güichal, al elegir citas, al pensar en los trabajos que realizamos a lo largo del año, al ver cuales fueron los que más me interesaron, con los que más me involucré, al mirar a mi alrededor y recordar algunos trabajos de mis compañeros y al recordar la muestra de textos de las distintas comisiones (los trabajos, tan diferentes, que se leyeron y comentaron además de las charlas que surgieron). También al ver que todos nos habíamos involucrados mucho con esta temática, pienso que sucedió porque cada uno a través de sus experiencias sintió que el viaje formaba parte suyo, y personalmente me parece que es así, pienso que el viaje es un componente importante de las personas.
En algún momento de nuestras vidas todos realizamos un viaje o mejor dicho más de uno, más allá de que la vida en sí es considerada un viaje… tal vez nuestra vida es un viaje y dentro de él existen muchos.
Luego de leer el texto de Brosse me he preguntado si los verdaderos viajes son posibles hoy en día, pienso que sí, pero esto se confunde porque la forma de viajar ha cambiado mucho y los viajes turísticos, que por suerte no son los únicos que existen, parecen abarcarlo todo. Tal vez algunas veces se mira a simple vista y existen muchos viajeros cerca de nosotros que sin hacer ninguna alharaca han viajado y no lo hemos visto, no nos hemos dado cuenta, no lo hemos percibido. Una especie de viajeros anónimos que mantienen vivos los traslados, el movimiento, el partir, llegar y regresar. El haber andado por un camino.
Los viajes nos enriquecen porque nos hacen reflexionar, replantearnos el modo en el que vivimos, en definitiva todo lo que sucede mientras viajamos nos hace crecer. Todo y todos con los que nos encontramos en el camino nos vuelven mejores personas, más humildes, menos egoístas, soberbios y prejuiciosos. Posibilitan que no permanezcamos estancados en las frivolidades de la noche, en las trivialidades del día, que tantas veces nos cautivan. Nos enseñan a valorar lo verdaderamente importante que tenemos y hemos tenido, nos valoramos a nosotros mismos, valoramos a los otros.
Así fue mi proceso de escritura del ensayo, colmado de ideas, resonando en mí distintas experiencias y miradas, todo girando en torno a algo tan significativo como el viaje. Y al pensar en sus instancias, y al pensar en sus fronteras no pude dejar de hacer de él algo personal, me fue imposible. Porque existió en mi vida un viaje que nunca olvidaré, que grabé en mi piel y llevo a todos lados, aunque elija cuando mostrarlo y cuando no, aunque a veces tema mostrarlo y a veces no. Porque es un viaje que me enseñó a mirar y escuchar, me enseñó a sentir, a percibir, me enseñó que en algunos momentos es fundamental hablar y en otros callar, me enseñó a tomar decisiones y a hacerme cargo de ellas, me mostró que si se persigue con insistencia lo que se busca tarde o temprano se alcanza, me enseñó a ser paciente y perseverante, me hizo saber que nadie lo puede todo y que no está mal llorar si nos sentimos dolidos. Aunque también me enseñó a desconfiar, algo que no siempre es bueno, porque cuando nos cansamos de desconfiar nos brindamos plenamente a las personas y muchas veces nos terminan lastimando, pero tal vez ese es el riesgo. Quizás ese confiar o no en los demás también es una forma de frontera y hay que arriesgarse, el resultado nos puede agradar o no, pero eso ya no depende tanto de nosotros.
Son precisamente las fronteras el tema central de mi ensayo, porque así como hay distintos viajes existen distintas fronteras y son las preguntas una de las formas de fronteras que conocí, las mismas que conocieron y conocen muchos otros que buscan su identidad, o mejor dicho lo que les falta de ella, porque pienso que la identidad se construye, a medida que crecemos todo lo que incorporamos a nuestras vidas nos constituye como lo que somos.
A causa de todo esto considero que los viajes son muy importantes, porque también construyen nuestra identidad.
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